"Venceréis ... pero no convenceréis".
Hace muchos años leí los primeros capítulos de la obra "Historia de la Guerra Civil" de Hugh Tomas. ¿Por qué sólo los primeros?, pues muy sencillo, era demasiado joven para comenzar a comprender de verdad las muchas barbaridades que se cometieron en esa contienda fraticida. Una de las últimas cosas que leí y que se me quedaron grabadas en mi tierna adolescencia fue cuando Miguel de Unamuno, en un acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca (que se vió obligado a convocar para "celebrar" el triunfo del alzamiento militar en su provincia, en virtud de su calidad de Rector Magnífico de la Universidad (ahí puede haber dudas, el Gobierno de la República lo había cesado cuando comenzó la contienda, ya que Unamuno simpatizó públicamente con el alzamiento) tuvo el coraje de decirle a todo un auditorio y a escasos metros de Millán Astray (para quien no lo sepa, militar de carrera, llegó a luchar en Filipinas, veinte años más más tarde funda el Tercio de Extranjeros -la Legión-, pasa a segundo plano cuando graves heridas en los conflictos de África le dejan mutilado -manco y tuerto más concretamente-, director de la Oficina de Propaganda del ejército franquista y, esto no lo sabía, marido adúltero -se énamoró con una prima de Ortega y Gasset y huyó a Lisboa cuando ella quedó embarazada- traductor del japonés, fundador de Radio Nacional de España y quizá más franquista que el propio Franco), la famosa frase que debería estar grabada con letras rojas en todos los claustros universitarios: "venceréis porque disponéis de la fuerza bruta para ello, pero no convenceréis".
Dicen de Don Miguel que era algo uraño, depresivo y solitario (autodestructivo le llamarían ahora), pero desde luego no se puede decir que fuera cobarde. Decirle eso en la cara a Millán Astray le conllevó su defenestración como Concejal de Salamanca, creo que su cese como Rector (esto no lo tengo claro, de todos modos, durante tres años no hubo Universidad y falleció el 31 de diciembre de 1936) y su reclusión (prácticamente arresto domiciliario) en su casa, de la que prácticamente no volvió a salir para nada uno de los mayores intelectuales de nuestro país. En realidad sigue pareciéndome hasta poco "castigo", no termino de comprender bien cómo no se levantó el General Mutilado (ése era su rango) y le vació el cargador en la sien (igual como estaba también presente Carmen Polo de Franco pensó que sería para ella algo violento, digo yo). Eso hubiera estado más acorde con la manera de funcionar del "Movimiento", y si no que se lo pregunten a los familiares de los civiles defensores de Badajoz ante las tropas de Yagüe (uno de los discípulos del anterior).
Hasta aquí la Historia (y casi toda de memoria Doña Teresa, no necesito Ley Orgánica para ello), ahora la actualidad, ayer, el Ayuntamiento de Salamanca (presidido por el ínclito Lanzarote, "el de los papeles de la guerra civil"), se negó a dejar sin efecto el acuerdo que cesaba a Don Miguel como edil, por tanto, sigue siendo "celestina" y "antipatriota", porque en el acto académico del Día de la Raza (tengo que preguntarle a mi padre qué día era ése), España fue "en fin, apuñalada traidoramente por la pseudo-intelectualidad liberal-masónica cuya vida y pensamiento [...] sólo en la voluntad de venganza se mantuvo firme, en todo lo demás fue tornadiza, sinuosa y oscilante, no tuvo criterio, sino pasiones; no asentó afirmaciones, sino propuso dudas corrosivas; quiso conciliar lo inconciliable, el Catolicismo y la Reforma; y fue, añado yo, la envenenadora, la celestina de las inteligencias y las voluntades vírgenes de varias generaciones de escolares en Academias, Ateneos y Universidades".
Lanzarote y los suyos, algo más de setenta años después, casi que han ido más lejos que el legionario africanista, no quiero ni pensar que hubieran hecho estos en aquella época, además de ir vestidos de azul cara al sol con la camisa puesta (porque los descamisados son otros). Para ellos (y para todos los suyos, el de Georgetown incluido) también tengo frase de Don Miguel (es el final de la anterior): "Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España".
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